
Todas las personas tenemos un ángel asignado para que nos cuide desde el momento en que somos concebidos en el vientre de nuestra madre hasta que morimos. Este ángel es nuestro Ángel de la Guarda. Es el que mejor se hace notar porque siempre está con nosotros. Es ese pensamiento bonito que nos llega cuando estamos triste. Es esa sensación de que nunca estamos solos a pesar de estarlo.
Es ese calor que sentimos en la más estricta soledad. Esas intuiciones, esos consejos que nos llegan, esas ocurrencias que son para nuestro bien, vienen todas de nuestro ángel de la guarda. Es sencillísimo contactar con él. Solo hay que llamarle. El no hará nada si no se lo pides. No porque no quiera. Es porque es así. Depende de nuestra voluntad, es la ley del libre albedrío. Pero está deseando que le hablemos y le pidamos. Entonces contestará de miles de maneras. Pero ten seguro que se hará presente.
Le podemos pedir señales. Obviamente, no se nos aparecerá, aunque pudiera hacerlo. Pero sí nos hará saber que está presente. Puede ser que veamos una pluma. Puede ser que pongamos la televisión y lo primero que aparezca sea un ángel. Puede ser que vayas por la calla y veas la palabra ángel por algún sitio. Donde menos te lo esperes, te llegará la señal. Pero tienes que pedírsela con fe. Yo te aseguro que te contestará porque conmigo, lo hace. Es más. Incluso puedes pedirle que te diga su nombre para dirigirte a él. Te llegará su nombre. De mil maneras, pero te llegará. Ten fe.
Una de las maneras de que se nos haga presente, como a todos los ángeles, rezarle mucho. La oración al ángel de la Guarda es normalmente la primera que aprendemos en nuestra vida. Eso nos da idea de su importancia. Lévantate y que sea lo primero que digas. Acuéstate y que sea lo último que digas.
Ángel de mi guarda, dulce compañía. No me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería.
Leído. Gracias por compartir. Esa oración, me remontó cuando era niña. Mi mamá me la enseñó. Y yo la trasladé a mis hijas.